Javier Torres
La ciudad de Lima es una de las mayores expresiones de cómo funcionan las cosas en el Perú. Su crecimiento desordenado, caótico e improvisado no es novedad. Desde años atrás ha sido así y los sucesivos gobiernos municipales han afrontado tímidamente la magnitud del problema. Y aunque a los alcaldes y algunos presidentes entrometidos en la gestión de la ciudad los recordemos por sus obras, los limeños seguimos quejándonos de la mala suerte de vivir en una metrópoli agresiva que nos ofrece la plenitud de la inseguridad.
Quizá el problema con Lima es que nadie termina de entender la magnitud y la escala de sus problemas ambientales y sociales. Además, la descentralización le agregó a este caos la insólita situación de que la gestión de la ciudad sea compartida por la Municipalidad de Lima con dos gobiernos regionales: Lima provincias y Callao. Nos preguntamos si tiene algún sentido que esto sea así. No, pero en el caso del Callao manda la historia y la identidad del puerto, y en el caso de las provincias de Lima, manda el interés de algunos políticos en tener una clientela electoral agradecida.
Quizá por ello es que un político pragmático como el exalcalde Luis Castañeda nunca se interesó en asumir las competencias regionales que le correspondían a la municipalidad de Lima. Tampoco se preocupó mucho en planificar el uso del espacio urbano. Simplemente se “montó sobre la ola” e hizo obras que sin duda eran y son importantes para quienes viven en Lima, ya que les resuelven parcialmente algunos problemas que les genera el desorden de la ciudad.
Cuando uno puede ahorrarse una o dos horas en llegar a su hogar, su calidad de vida mejora, y si identifica esta obra con la de un político pragmático, pues estará agradecido. Así de simples las cosas en la vida y en la política. Quizás esto es lo que no termina de entender la alcaldesa Susana Villarán, que ha optado por un estilo diametralmente distinto, que ha hecho que su gestión sea tan poco apreciada de acuerdo a las últimas encuestas de opinión.
El vecino de Lima no quiere solamente obras o infraestructura, como piensan algunos, lo que quiere es soluciones rápidas a sus problemas inmediatos; por eso es que los procesos de transformación o mejora del espacio urbano a través de procesos de planificación con participación de la población, no son bien vistos, porque toman tiempo. La alcaldesa Villarán es víctima de una forma de vivir la metrópoli limeña, que ha generado una cultura en la que lo único que quiere la mayoría de pobladores es llegar lo más rápido a su casa o a su trabajo, sin importarle mucho si se respeta o no la ley. Y, sin duda, los políticos y los medios de comunicación masiva que vienen haciéndole oposición a Villarán, desde su elección, retroalimentan esta cultura y este discurso.
¿Podrá revertir Susana Villarán el rechazo de la ciudadanía a su gestión? Resulta difícil si no hay una actitud distinta de su parte, la misma que debería comenzar por hacer política, asumiendo el liderazgo que como alcaldesa le corresponde, convocando a la ciudadanía a ser parte de un proyecto distinto de ciudad y, sobre todo, confrontando a sus opositores y no evitándolos. ¿El rechazo masivo que hoy muestran las encuestas llevará a que la revocatoria sea una realidad? Aunque es difícil conseguir las 400 mil firmas, existe la posibilidad de que los “revocadores” lo consigan. De ser así, la alcaldesa sería revocada y Lima perdería la oportunidad de imaginar un futuro menos caótico e inseguro como el que hoy vivimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario