Magaly
Vera
Votar es un derecho y un deber, pero más lo veo
como derecho porque es la facultad que tengo de elegir a la persona idónea para
que gobierne no solo mi país, sino mi asociación de vivienda, la dirección de
APAFA, hasta el que dirige una reunión amical que no por ser sólo de patas,
pierde importancia quien la dirija. Pero ¿qué valores y virtudes debe de tener
nuestro presidente, gerente o como se llame quien lidere? pues lo mínimo
exigible es que sea correcto en su hogar, porque nadie puede fingir en su hogar
y ser otro en la calle. A menos claro que tenga doble personalidad. Aunque
casos como ese no es difícil de encontrar. Un claro ejemplo es la del Pastor
Santana, que exigía a sus “discípulos” disciplina espartana y abstención sexual
de curas, pero vaya que él hacia todo lo contrario. Solo recordemos sus tristes
audios y denuncias por acoso sexual. Lo mismo con los del Sodalicio. Así que el
hábito definitivamente no hace al monje.
Y vaya que nos equivocamos, porque si revisamos
nuestros últimos gobernantes, pues elegimos al cholo sagrado, imagen del
peruano emergente, que lustraba botas y que luego llegó a ser profesor de
Harvard, lo que le valió el apelativo de “cholo de Harvard”. Y fue el que encabezó
la lucha contra la corrupción en la célebre Marcha de los cuatro suyos, apoyado
por fondos de Soros, pero lucha al fin. Creo que todos los que en ese momento
estábamos en la universidad, creímos en esa lucha y lo apoyamos porque además
estábamos cansados de tanta corrupción infestada por los fujimoristas de aquel
entonces. Todo estaba podrido: desde el congreso, los funcionarios públicos,
diarios, revistas y diferentes medios de comunicación. Ya su pésima conducta
por no reconocer a su propia hija, nos daba un indicio de como seria después,
pero peso la imagen del que logró aparente éxito económico y que por lo tanto
no robaría a manos llenas. Era como su
esposa decía: “la imagen del nuevo Inkarri”, una antropóloga que supo usar bien
esa imagen. Craso error, porque ya su testaferro Josep Maiman acaba de cantar
los procedimientos y montos que recibió. Y es que estando próximo a la muerte
(acaba de superar un trasplante de hígado), pues lo le queda es cooperar.
Del gobierno de Alberto Fujimori,
lamentablemente y pese a todo lo que padecimos los que vivimos esa nefasta época,
su hija casi retoma el poder y con su mismo estilo. Una lástima que los jóvenes
que son quienes determinan por el porcentaje que representan en los electores,
los que elijan a los gobernantes de turno y que, teniendo valiosa información a
través de sus celulares inteligentes, solo les sirvan para parecer zombies en
las calles, con maravillosas excepciones felizmente. No se trata de convencer
que ese gobierno fue asqueroso, ya que todo está registrado; sólo es cuestión de
refrescar la memoria: una simple visita al LUM (Lugar de la memoria, la
tolerancia y la inclusión social), una vista a los libros de historia que
felizmente no han sido manipulados por los padres de la patria o un click a los
documentales en Youtube.
Con Alan el encantamiento fue diferente, porque
a diferencia de Toledo, su mérito no fue porque destacó en algún tipo de
trabajo, por el contrario, sólo se sabía de él por ser el acompañante preferido
de Víctor Raúl Haya de la Torre, ni tenía trabajo conocido (aunque eso no
sorprende: Keiko jamás trabajó y casi fue elegida presidente), pero fue su
verbo florido la que encandiló a los electores cual flauta de Hamelin, y con ese verbo se dio el atrevimiento de no
pedir perdón sino de disculparnos por la osadía de intentar juzgarlo mediante
una comisión de investigación liderada por Lourdes Flores, Pedro Cateriano y su
eterno rival Popy Olivera, quienes por cierto descubrieron todo un lodazal de
corrupción tamaño del de su predecesor. Los peruanos votaron por él en dos
oportunidades. Vaya que somos masoquistas por tropezar con la misma piedra dos
veces. Se habrá suicidado, pero es el mismo caso de su anterior huida, se retiró
y todo prescribió, esta vez su salida fue más radical, pero ni eso podrá salvarlo
de deshonra alguna. Es la historia la que lo juzgará. Yo no voté por Alan en
ninguna de sus dos postulaciones que no me libra de error por no participar de
ninguna campaña para concientizar sobre este nefasto personaje.
Con Susana Villarán, lo mismo. Ser mujer le valió,
pero más los potoaudios de Lourdes Flores, porque la pintó como la pituca a la
que le vale madre que no la elijan. Sin olvidar sus graciosas respuestas de
cuanto creía ella que cuesta un pan o similares, que la mostraron como que no
conoce la realidad peruana. De nada le valió todos sus grados académicos frente
a una que apenas tenía estudios superiores en escuelas técnicas que incluso
habían desaparecido, pero que había vivido en San Juan de Lurigancho, uno de
los distritos ubicados dentro del mapa de pobreza. Craso error. Apoyé y hasta
fui personera tanto en su partido político como en Transparencia.
Lo mismo con Pedro Pablo Kuczynski, un anciano
de unos 78 años cuando postulaba y que definitivamente y pese a todo lo
descubierto ahora, era el mal menor y más en ese entonces frente a una Keiko
sindicada hoy como una posible líder de los cuellos blancos. Voté por PPK porque en el imaginario popular
se trataba de un tipo que había logrado éxito tanto profesional como económico.
Sobre todo, por ser considerado dentro de la comunidad financiera como uno de
los mejores profesionales a nivel mundial en mercados de capital y
privatizaciones. Su vasta experiencia desde joven y su paso por el BM entre
otras entidades de gran renombre, nos hizo creer en el milagro económico. Craso
error. También fui personera no en su partido, pero si en Transparencia con
muchas amistades que nos sumamos la tarea de cuidar su voto. Hasta fui con
Antonio Zapata a una radio local para explicar los motivos para optar por él.
Dio sus explicaciones la primera vez cuando
habló de su participación en sus empresas, y le creí como muchos peruanos. Además,
siempre creemos que una persona próxima a la inevitable muerte y sabedor que no
se llevara nada, es más confiable; pero tanto él como Alan García, tener buena
solvencia, no fue suficiente: querían el poder. En fin, solo se puede cosechar
lo que se siembra.
Que uno se decepciona de haber apoyado a ciertos
personajes en cada etapa de su vida, pues sí. Somos seres humanos susceptibles
de cometer error. Pero en eso consiste el vivir, en aprender en cada etapa de
la vida. O te vuelves como ellos o vives cada día intentando ser mejor como
persona. Así de simple. Uno es quien decide. Y decepciona porque día a día vas
conociendo el lado oscuro de algunas personas y si comparamos (pese a que toda
comparación es odiosa) lo que ocurre en macro, lo mismo ocurre en micro
universos como las agrupaciones en las que participo.
El tema de copamientos de cargos o toma del
poder sin interesar las reglas correctas de juego, es pan de cada día. Una lástima,
que la nueva generación tenga las mismas argucias que la de nuestros corruptos
padres de la patria.
Siempre me equivoco, pero siempre aprendo. Además,
el solo hecho de vivir un día más, es mágico y, por ende, mágica la oportunidad
de enmendar errores.
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