Magaly Vera
Dicen que a los padres uno no los
elige, como tampoco a los hermanos, pero en mi caso eso fue diferente. Por
circunstancias que prefiero borrar de mi memoria, es que desee un padre bueno,
generoso, tierno, amoroso, que me llene de dulces y muñecas de papel, que me
apapache y me cuente cuentos antes de dormir. Pero la vida me dio una madre
padre que además de darme mucho amor, me enseñó a leer y a amar los libros y
una abuela tan aguerrida, que no necesite tener más héroes en mi vida. Con
ellas aprendí a soñar despierta. Ame tanto leer que a falta de libros que eran
caros, me conforme con revistas. Llegue a tener más de dos cajas de leche gloria de revistas. Tenía desde
Archie, La pequeña Lulú, Fantomas, Los superamigos, Superman, La mujer
maravilla etc. Supongo que leer tanto me dio mucha imaginación. Recuerdo que
por esas épocas ya Neil Armstrong había ido a la luna y su paso por ella fue
todo un espectáculo. Pero también leí que viajar a la luna, tomaba bastante
tiempo. Así que cuando me preguntaban por mi padre, decía que había viajado a
la luna. Obviamente nadie me creía, pero yo aferrada a mi verdad.
Pero una niña jamás podía estar
sin padre, así que le consulte a mi profesora si era factible buscar un padre y
me dijo que sí, que solo era cosa de divorciar a mi madre y volverla a casar
con otra persona que haría de mi padre. Y no fue fácil tarea, me tomo años
hacer casting. Busque uno a la medida de mi madre: alto, gallardo, elegante,
generoso e inteligente y claro, con trabajo estable. Ya me había dado por
fracasada, hasta que mi madre me llevó en mi tío Guillermo a pasar un fin de
semana. Ahí llego Juancito. Vestía de impecable pantalón azul, chompa azul
Calipso con cocos blancos y otro tono de azul en el pecho, cuello “V”, camisa
celeste, zapato negro, medias negras y una hermosa sonrisa de niño bueno.
Nuestro primer encuentro consistió en que me lleno de preguntas, de
adivinanzas, y de una trabalengua: “Pedro clava un clavito en la calvita”. Uff
yo me sabía más de 50 trabalenguas y pude responder todas sus adivinanzas. Me
propuse ganarme su cariño, así que le prometí traer puros 20 de notas. Mi madre
nunca entendió porque sufría cada que me sacaba un 19. Lo que si recuerdo es
que los borraba y ponía ahí un 20. No quería defraudar al que sería mi nuevo
padre.
Empezó el año escolar y ya no
supe de él, pero pedía a mi mamita que siempre me ande llevando a Villa El
Salvador, donde vivía mi tío Guillermo, solo para poder jugar con mi mejor
amigo. Un día le pregunte si era soltero o casado y me respondió que viudo.
Quede sorprendida ya que no sabía que significaba. Volví en mi profesora y me
dijo que era como estar soltero otra vez. Así que al fin había encontrado al
rey de la casa, a mi nuevo papito.
El siguiente paso era divorciar a
mi mamita, no fue fácil encontrar un abogado que no cobre mucho. No había
ninguno en mi aula, todos los papas eran de otra profesión, había ingenieros,
brujos, pero ninguno abogado.
No tenía televisión pero como
amaba ver el Chavo del ocho, tenía que ir en mi tía Audina, la hermana de mi
papá. Un día que ya era tarde, le pregunte por su esposo y ella me dijo que
llegaba pasada las once porque era abogado. Mi segunda etapa ya estaba lista.
Como me había propuesto llevarlo en mi mamita, tuve que esperarlo hasta muy
tarde. Me presente solita y le dije que mi mamita necesitaba hablar urgente con
él. Pobre mi mamita, ni sospechaba lo que yo tramaba. Lo lleve de la manito a
mi casita y le dije: “mamita aquí está el abogado para que te divorcies”. Mi
pobre mamita apenas pudo hablar, estaba muda. Mi tío le dijo que la entendía ya
que conocía a la nueva pareja de mi padre y que incluso ya tenía una hija. Ella
solo lloro confirmando que empezaría los tramites. Justo él necesitaba un caso
para su tesis y que no le cobraría más que los que pidiesen los sellos.
Ni por tantas idas y venidas a
Villa El Salvador, mi mamita coincidía con Juancito, paso todo un año y nada de
cruzarse. Ya fue suficiente me dije. Así que le saque una cita a Panchito, le
dije que le presentaría a mi mamita, que era soltera, guapa, inteligente,
trabajadora, que sabía cocinar divino y no sé qué más. Creo que leer tantas
revistas me dio muchos argumentos que lo convencí. Le di las coordenadas, le
dirección, que carro tomar, donde se bajaría y hasta le hice un croquis.
Ese día busque los lugares más
bonitos, y claro, el restaurante que más me gustaba: fue una pollería. Es que
además de leer, mi otro vicio era el pollo a la brasa. Elegí el vestido, el
único que tenía mi mamita, lustre sus zapatitos. Todo tenía que estar perfecto
ese día. Mi madre enojadísima conmigo porque no lo conocía y no sabía ni quién
era. Pero yo ya había buscado hasta sus antecedentes penales consultando a mis tíos.
Era bueno, tenía dos hijas, era querendón, juguetón y católico. ¡Qué más podía
yo pedir!. No le saldría tampoco fácil entregarle a mi mamita, tenía que venir
cada domingo y llevarnos a la pollería; yo a cambio tendría que entregarle
puros 20. Cumplí mi promesa toda primaria, secundaria me relaje.
Era imposible que mi mamita no se
enamore de un ser tan generoso y guapo. Era alto, tenía unos dientes
pequeñitos, una nariz ñatita y una sonrisa encantadora. Se casaron cuando cumplí
10 años, pero más demoro porque el divorcio de mi mamita demoro casi 5 años y
todo porque el desaforado no quiso dárselo.
Fue Panchito, quien me llevo a mi
bautizo, mis 15 años, quien estuvo conmigo cuando me dio mi primera varicela, el
que me llevo a mi primer vuelo en avión, quien me llevo al primer día de clases
de la universidad. Me daba tanta vergüenza que mi padre me este llevando de la
manito, pero a la vez estaba contenta. Él fue quien encontró mi nombre en el
periódico cuando ingrese a la uni. Mi madre y yo no lo encontrábamos, pero él
dijo algo hermoso: “mi hija es inteligente, tenía que estar en las primeras
filas”. Siempre confiaba en mí y eso me emocionaba. Estuvo conmigo cuando llore
por un amor, cuando fui a mi primer trabajo y cuando compre el terrenito donde
viviríamos. Sufrimos juntos cuando paso lo del paquetazo de Alan García, cuando
Fujimori se largo dejando un fax, amó las mascotas que llegaban a casa. Mi madre odiaba a los perros, pero
como había democracia en casa, poníamos las urnas y claro que con 7 niños, mi
papito y yo, ellos se quedaban. El único voto en contra era la de mi madre, que
se rendía ante la elección de la mayoría. Yo a cambio, aprendí a amar los
pentagramas sin saber que significaban, todo porque él era músico y compositor,
quizás por eso aprendí a leerlas y tocar la flauta en el colegio. En esa época
no había tantas fotocopiadoras como ahora y él compraba pentagramas que yo tenía
que llenar copiando otras. Las vendía para traer alguito más a casa. Estudie con él cada vez que podía
ascender. Le tomaba exámenes orales de sus libros. Yo estudiaba para ingresar y
él para ascender. Pinte sus canitas, unte crema en sus manitos para que cuando
acaricien a mi mamita estén suavecitas, lustraba sus zapatos, tenía que estar
guapo. Pero si sufría en que se cambie de ropa. No sé por qué pero amaba su
ropa vieja. Ponerse ropa nueva para él era tortura. Quería solo usar lo viejito
y lo nuevo lo guardaba diciendo que para ocasiones especiales. Así que ideamos
una forma de hacer que se cambie. Se llamaba “operación Panchito”, que
consistía en secuestrar su ropa cuando se bañaba y meterlo a un tacho con agua.
Es que ya habíamos probado con guardarlo en la ropa sucia y de ahí lo sacaba y
nuevamente se lo ponía. Más efectivo era mojarlo. Claro, renegaba un rato, pero
de ahí se le pasaba.
Fue mi cómplice en todo, incluso
cuando escogí literatura. Mi madre decía que eso no me daría de comer. Pero él
decía, ella sabe lo que hace. Por eso su partida me dolió más que a sus otras hijas,
porque a diferencia de ellas, yo lo elegí y fue el regalo más hermoso que Dios
me dio. Fue mi padre y de mis 7 primos que quedaron huérfanos de padre y madre.
Con él aprendí que huérfano no es quien no tiene padres, sino quien no tiene
quien lo ame a uno y con él, imposible ser huérfano.
Espero ser lo más correcta
posible para algún día poder estar con él ya que no dudo que este en el cielo.
Un ser tan generoso como él, no puede estar en otro sitio.
gracias magaly por saber mas de tu padre don panchito yo lo conocí con ese apelativo y siempre nos llevamos bien y fue mi amigo con el conversábamos de todo mas de deporte , es un hermoso relato que me ha conmovido yo se que nos ha tomado la delantera y si dios quiere estarás junto a el algun dia
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