Magaly Vera
“La violencia es el tipo de
interacción humana que se manifiesta en aquellas conductas o situaciones que,
de forma deliberada, aprendida o imitada, provocan o amenazan con hacer daño,
sometimiento grave (físico, sexual, verbal o psicológico) a un individuo o a
una colectividad; o los afectan de tal manera que limitan sus potencialidades
presentes o las futuras. Puede producirse a través de acciones y lenguajes,
pero también de silencios e inacciones.
Se trata de un concepto complejo que admite diversas matizaciones
dependiendo del punto de vista desde el que se considere; en este sentido, su
aplicación a la realidad depende en ocasiones de apreciaciones subjetivas (…)”
Pese a que el 25 de noviembre es una fecha institucionalizada para no
ejercer violencia contra la mujer, en todas partes del mundo del mundo ocurre
ello a diario, sea este primer mundo o no. Y es que la violencia se inicia en
casa, el primer lugar de enseñanza de nuestros derechos y deberes. Son nuestros
padres, nuestros primeros maestros quienes muchas veces por tradición, nos
afirman que las mujeres somos el sexo débil, empezando con los juguetes que
seleccionan para nosotros: a los varones los preparan para enfrentar el mundo
con las armas, pero a las mujeres nos obligan las muñecas, la casita y lo
referente a la cocina; grave error. Desde ahí ya van definiendo nuestro perfil
psicológico.
Nuestro segundo lugar de adoctrinamiento es el colegio. Si es religioso,
pues peor aún ya que Dios creó primero al varón, luego a la mujer. Por lo
tanto, el jefe y cabeza de hogar es el varón; la mujer debe de ser sumisa y
acatar lo que su jefe señale. Bueno, algunas interpretaciones maniqueas de la
Biblia, así lo indican. Otro error ya que en Proverbios 31:10-31, se presenta a
una mujer líder, tanto en el trabajo como el hogar. Si ellos solo leen
fragmentos de la Biblia, por qué yo no puedo hacer lo mismo. Sí, lo olvido, soy
mujer.
Hay incluso muchas religiones fundamentalistas en donde la mujer no puede
siquiera permitir dejar ver su rostro, así que ya imaginaran que no puede
aspirar a igualarse a un varón, menos estudiar. Malala Yousafzai es claro ejemplo de la crueldad a la que puede llegar el establishment para que se cumpla el status quo establecido supuestamente por Dios.
Las iglesias anglicanas han superado muchos tabúes, ya que uno puede
encontrarse con obispos mujeres. Han avanzado algo, pero aún no hay un
equivalente a un papa en la versión mujer. Esa alta jerarquía aún es de los
varones.
Por eso, no me causó sorpresa que en este 13 Encuentro FeministaLatinoamericano y del Caribe celebrado en Lima, el movimiento Católicas por el
Derecho a Decidir (CDD), presentaron el libro “Conservadurismos, religión y
política” en el cual plantean un rol más activo de la mujer en su iglesia, y
sobretodo ejercer su derecho a interpretar su credo y principios sobre los tabúes
que la iglesia ha sembrado en torno a la moral sexual, opción sexual, la salud
sexual y la reproductiva. Ya era hora chicas.
En política, si bien se puso la ley del sistema de cuotas que exigía mayor
inclusión de la mujer en los cargos públicos por elección. Esta solo se cumplió
al año siguiente. En estas últimas elecciones somos testigos que ningún partido
cumplió ese mínimo porcentaje ¿algún
castigo por ello? Nada. Y lo que es peor, ni las mujeres militantes de cada partido, han
exigido que se cumpla. Y es que en la confección de listas, estamos excluidas,
salvo rarísimas excepciones.
Incluso en el lenguaje ya se ha incluido a las mujeres. En las reuniones
protocolares se dice ahora señores y
señoras; niños y niñas. Ya no como antaño que solo se mencionaba a los varones y supuestamente ahí, ya
estábamos incluidas.
Reviso mi entorno, y con pena puedo dar fe, que esa violencia que estamos
intentando combatir, proviene muchas veces de otra mujer. En mi distrito por
ejemplo leyendo el Informe de la participación de las mujeres en el Comité por
el no a la Revocatoria de Susana Villarán, presentado por Evans Ríos, una se da
con la sorpresa que la discriminación hacia las mujeres partió de otra mujer,
la única que obtuvo un puesto en el organigrama de mandos. La voz de protesta
de Evans, no hizo eco, como sí la discriminación que sintieron las mujeres. El
resultado: se replegaron a otros espacios.
Y la lista de violencia sigue. Sin ir muy lejos hace pocos meses hemos sido
testigos de la violencia ejercida contra Magaly Solier. Nadie en el bus apoyo a
nuestra compañera. Al contrario, Beto Ortiz insinuó que solo hizo alharaca
porque quería ganar portadas. La conducta de Magaly y los antecedentes del acosador,
lo desmintieron.
Hace poco hemos visto como Vania Bludau ha sido víctima de Buylling por su
sobrepeso, como si hubiera patrones de belleza establecidos. ¿Alguna mujer la
apoyo? No. Al contrario la atacaron mostrando su anatomía supuestamente
cuidada. Lo mismo ocurrió cuando Rosario Ponce, la misma del caso Ciro, fue
vapuleada por no cumplir los estándares de las modelos de pasarela. Las
supuestamente bellas alzaron su voz de protesta, pero asumo que fue porque
perdieron protagonismo y portadas frente a una novel debutante.
Esta semana un tal Yenko califico a Karla Tarazona de “bataclana cornuda” y
en “Esto es Guerra” una conductora para repitiendo que solo en su programa están las más
hermosas, y que el resto es chancay de a sol. Olvidando que ella no cumplía los
requisitos que ahora pregona en voz alta. Solo ahora pero por ponerse una banda
gástrica.
El esposo de Patricia Juarez al no tener argumentos para arremeter contra Susel Paredes, la calificó de "fea, terca y mentirosa". La prensa felizmente reaccionó rapidamente contra este atropello.
Otros solo quieren portadas y como no tienen creatividad pues lanzan dardos
contra una mujer, me refiero a un tal Pelucho que para lanzando dardos a Sheyla
Rojas ¿alguien lo sanciona?, solo le han puesto 5UIT (S/.19000) de multa pero
por otros excesos. Un sencillo que lo pagan los televidentes al darle rating.
La violencia señoras y señores, también se da cuando uno se vuelve cómplice
por inacción. Debemos exigir nuestros derechos desde el espacio en el que
participemos, sea nuestra casa, nuestra iglesia, nuestro centro de trabajo o el
partido político que militemos.
No seamos cómplices de lo que nos quejamos. Solo así avanzaremos en el rol
que jugamos en nuestra sociedad.
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