Magaly Vera
Si bien el término “Derechos
humanos” es nuevo, no fue un término –tal como hoy se le entiende- ajeno a
nuestros filósofos o librepensadores de la edad antigua. Hoy en día de todos nuestros derechos, la libertad de
expresión es considerada a nivel mundial, como un derecho fundamental para el
desarrollo del ser humano. Y es un derecho por el que hemos luchado a lo largo
de nuestra historia. Sólo démosle una revisada al pasado para comprobarlo con
facilidad.
Es así que encontramos a nuestros
primeros defensores en los presocráticos como Herodoto, Anaximandro, Heráclito,
Demóstenes entre otros. Quienes de una u otra forma se expresaban sobre la
importancia de decir lo que uno piense. Claro que eso no fue bien tomado por el
poder de turno. Sócrates fue ejemplo de lo incómodo que era que alguien fomente
el tema de libertad. Él señalaba que existía un convenio entre la polis y el
individuo; y que las leyes eran necesarias para organizar nuestra vida. Pero
las leyes, concebidas como un conjunto de normas que rigen la conducta humana y
que mejoran su calidad de vida. Sin embargo fue acusado de corromper a la
juventud por sus ideas liberales y de no respetar a sus dioses. Fue obligado a
tomar cicuta. Esa fue la violencia que se ejerció con nuestros precursores de
la libertad de expresión.
Lo que me sorprendió luego de ver
películas tan bárbaras como “Los últimos días de Pompeya”, “Pompeya”, "El gladiador" entre
otras tantas, en donde se puede observar el salvajismo al que llegaron los
Romanos en sus coliseos, donde el espectáculo supremo era la muerte de seres
vivos enfrentados uno a otros, o simplemente el sacrificio de cristianos por
animales salvajes; Sea que en Roma y
Grecia, donde más se reflexionó acerca de los derechos, la justicia y el estado,
muchísimo antes que se creasen esas disciplinas o filosofía jurídica que hoy
conocemos.
Las obras que se escribieron por
aquel entonces como "Antígona” de Sófocles; también se evidencia el
trasfondo político: la lucha entre el individuo y el Estado.
Platón, fue otro filósofo que afirmaba que la
justicia es la virtud por excelencia del alma humana, pero lamentablemente no
podía ser igual para todos. Había una jerarquía de los derechos según la clase
social a la que uno pertenecía. Ese principio, lamentablemente sigue vigente. Aristóteles
opinaba lo mismo. Pero entendamos que su contexto era otro. Es decir, que el
poder político, era quien indicada a quien le pertenecía tal o cual derecho.
Y fueron los cristianos quienes al centrar su
enseñanza en el amor al prójimo, impulsaron la igualdad de derechos, sin
importar el género, raza, sexo o condición social. Dignificaron la imagen del
ser humano por ser imagen y semejanza de su Dios. En la Biblia, uno encuentra
como Jesús trataba a todos por igual. Quien no recuerda la parábola del Buen
Samaritano donde no hace distingo alguno por su raza. Debe haber sido
extremadamente subversivo que alguien hable de un reino paralelo al Romano, y
en el que todos sean igual a su rey. Al emperador Romano y a Herodes, no les debió
causar gracia alguna dicha premisa, y por ello mandaron asesinarlo; el pretexto: fue acusarlo de
blasfemia contra le ley de Moisés y de incentivar una rebelión contra Roma.
Pese a la dureza con que trataba Roma a sus
súbditos, se logró el “Derecho Romano”, antecedente de los derechos civiles
europeos.
En Inglaterra se libraron muchas luchas por la
defensa de los derechos ingleses y para limitar el poder de su Rey. De estas
luchas surgen la famosa “Petition of Right” de 1628 y el “Bill of Right” de
1689. La idea de estos documentos se refleja
en las revoluciones Norteamericanas y Francesas del Siglo XVIII.
Si revisamos la Declaración de independencia de Norteamérica,
la Declaración de derechos de Virginia, la declaración Francesa de los Derechos
del hombre y del ciudadano; comprobaremos que la esencia de los derechos, están
en cada uno de esos documentos.
Lo que podemos notar a lo largo de nuestra
historia, es como el poder político ha ido a la par con el poder religioso, sea
cual fuese la cultura, nación o país. En nuestro pasado milenario podemos notar
que mientras mayor era la fiereza con que retraban a su Dios, mayor era el
castigo al que infringía las leyes impuestas. Las cabezas clavas por ejemplo,
eran símbolo de la violencia con que normaban a su pueblo. Cuantas historias
truncas podría contar el lanzón de monolito o el chimú, el cuchillo ceremonial
que usaban para sacrificar víctimas.
Es decir, ninguna cultura estuvo ajena a la presión
que ejercían los soberanos sobre sus súbditos y siempre del lado de sus
sacerdotes. La iglesia católica cómplice del poder de turno, llegó a nuestro
pueblo con la Santa Inquisición y en nombre de Dios, cometió los peores
atropellos contra los derechos humanos. Ya en Europa había logrado paralizar
los avances científicos mandando a la hoguera por herejía a Giordano Bruno,
sólo por desarrollar la teoría Heliocéntrica de Nicolás Copérnico. Si pues, debió
ser doloroso para la iglesia, que el centro del universo no era Dios ni la
tierra, sino el Sol. La misma determinación tomaron con el médico Giulio Cesare
Vanini, Pietro D´Abano, Miguel Servet Y García de Orta. Sin mencionar la quema
en vida de personas inocentes solo por cuestionar su particular interpretación
de la Biblia.
Escribo este artículo debido a que hace meses, fui
invitada a retirarme de la iglesia a la que he asistido por un periodo de tres
años. En la que fui incluso bautizada, solo por escribir estos artículos:
Primero se me indicó que todo lo que escriba,
debería pasar por un tamiz de mayor jerarquía; y ya luego de ello, al haber
transcurrido más de dos meses sin respuesta alguna, se me dijó que era Dios
quien daria la venia para que mis escritos sean o no publicados. Ante mi
insistencia se me volvió a ratificar que dicho consentimiento podía demorar de uno a diez años. Pero
definitivamente no dependía de Dios, sino de mi pastor y de los de mayor rango;
no de Dios ya que nos dotó de inteligencia y de libre albedrio. Y como he seguido escribiendo, acepté la invitación de retiro ya que
me sentí censurada y cortada en mi derecho de la libertad de expresión.
Sentí que retrocedí a la época en que la Santa
Inquisición existía, y daba normas de lo que debería o no ser publicado en
nombre de Dios.
Sigo sin entender cuál es el temor a mis escritos.
¿Acaso no puedo leer la Biblia y tener cuestionamientos? ¿Cuál es el temor? Sólo
les dejo esta pregunta:
¿Qué hubiese pasado si Albert Benjamin Simpson no
hubiese realizado otra interpretación a la Biblia? Quizás hubiera seguido en la
iglesia presbiteriana y no fundado la Iglesia Alianza cristiana y misionera que
hoy conocemos.
Considero que las enseñanzas de los cristianos debe
ceñirse en el amor al prójimo, tal como lo indica la Biblia en su Segundo mandamiento : "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Y prójimo somos todos, con defectos, con
opciones particulares, con color de raza y credo diferentes. Jesús nunca hizo
discriminaciones y cuando se le pregunto acerca del pago de impuestos, respondió
sabiamente: “al César lo que es del César”. Es decir, enseñó la tolerancia y el
respeto por las leyes civiles, y no la intolerancia a escritos ni
interrogantes. Si antes se castigaba una "rebeldía" con violencia física,
considero que la psicológica, no es buen camino para convencer que Dios existe.
Mis dudas no son sobre Dios, sino por esa interpretación maniquea que hacen de la Biblia. Hemos sido testigos del poder politico que ejerció la iglesia sobre los derechos del ser humano. Justamente por esa particular interpretación que le dieron a la Biblia. Lutero, Calvino y el mismo Benjamin, ejercieron su capacidad intelectual, para entender lo que Dios nos quiso decir a través de su legado: La Biblia. Libro que por subvertir el orden, el status quo, también fue llevada a la hoguera.
Sigo y seguiré creyendo en un Dios, pese a este episodio en mi vida.
Mis dudas no son sobre Dios, sino por esa interpretación maniquea que hacen de la Biblia. Hemos sido testigos del poder politico que ejerció la iglesia sobre los derechos del ser humano. Justamente por esa particular interpretación que le dieron a la Biblia. Lutero, Calvino y el mismo Benjamin, ejercieron su capacidad intelectual, para entender lo que Dios nos quiso decir a través de su legado: La Biblia. Libro que por subvertir el orden, el status quo, también fue llevada a la hoguera.
Sigo y seguiré creyendo en un Dios, pese a este episodio en mi vida.
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