sábado, 10 de mayo de 2014

Mujeres memorables (22/01/2011)


A Lucinda Macha, a Eleanita Gutierrez Villaverde, a Esther Castañeda, a Luz Ketty Pelaez Carpio, a mi hada Madrina y a mi abuelita Shato. 

Magaly Vera

He conocido muchas mujeres en mi vida, pero una en particular me enseño a ver la vida diferente, con esos enormes ojos azules que te mostraban otro cielo, no el gris de Lima. Y es que cuando no nos va bien en algo, es bueno reinventarse; no echarse a llorar. Y así es ella. La conocí hace muchos años, 12 para ser exactos en la cola de la matrícula para la Maestría en San Marcos. La conocí con otro aspecto, y la vi transformarse a sus más de 50 años de una oruga en una hermosa mariposa. Y vaya que no tiene que envidiar a ninguna jovencita, tiene una belleza madura y un cuerpo de diosa que deja enseñar en esas infartantes minifaldas que usa, que por cierto, le quedan estupendos, que hace que muchos caballeros volteen a verla cuando pasa.

Y es que además de guapa, de unos cabellos dorados hermosos, es inteligente y gana lo que le da la gana. Es auditora, contadora, madre de 2 jóvenes, amiga y mucho más. Así que imagino muchas doncellas la envidiarían, no solo en el puesto de trabajo que tiene, sino en el corazón de su macho mejicano que tiene de pareja. Y es tan hábil que incluso a la parca la ha espantado. Acaba de salir airosa de varias quimioterapias que en nada han opacado su belleza serena y el otro año se casara. No ven, es un ejemplo de mujer que no se dejó morir cuando su primer matrimonio termino en divorcio. Recuerdo que pensaba que nadie se fijaría en ella, pero ya ven, hasta se dio el lujo de elegir de entre varios candidatos. Eres mi musa Eleanita Gutierrez Villaverde.

 



 

Otra mujer memorable, es Esther Castañeda, quien fue mi profesora de literatura en San Marcos. Recuerdo que tenía unos 16 años y ya andaba desilusionada de muchas cosas, pero ella cual hormiga laboriosa, paraba investigando, dándome consejos de que hacer para despejar mi mente atormentada. Ya después cuando la enfermedad hizo estragos en su cuerpo (tenía un tumor en el cerebro que anulo su capacidad motora y solo se movilizaba en silla de ruedas), pues la visite en su casa y no hablaba bien, solo balbuceaba, pero decía mucho con sus gestos y señas. Era curioso lo bien que nos entendíamos, hasta tus bromas las captaba rápido. Además tenías una agenda planificada para todo el año. En enero tenia presentaciones, en febrero pues aniversario de su revista Magdala, y así, cada mes más ocupado que el anterior. Mi admiración hacia ella fue mayor. La acompañe a su última presentación en vivo. Unas amigas del Ministerio de la Mujer (no sé porque lleva ese nombre, me parece excluyente pero en fin) iban a realizar el Aniversario del Colegio de Sociólogos en la Biblioteca Nacional en San Borja, y curiosamente habían sido compañeras de estudio de Esther. Así que la buscaban para que exponga sobre Mercedes Cabello y Clorinda Matto de Turner en el evento, y no sabían cómo encontrarla. Obviamente, fui el nexo. Ella aceptó hacer la disertación, pero con la única condición que yo la lleve y que yo lea el discurso. Estaba mal de la garganta, y ese día tenía planificado viajar con mi amado, un hermoso príncipe de ébano; pero aun así acepte y disfrute leer su investigación.  Es que la enfermedad solo mello su cuerpo, no su mente que siguió siendo tan lúcida como siempre. Su sonrisa, sus ojitos vivaces, la hacían digna de mi admiración y respeto. No la acompañe sus últimos tres meses, falleció en febrero del 2010, pero nunca la olvido. Era extremadamente cariñosa. Milagros Carazas siempre se quejaba de que de ella no se aprendió su nombre de memoria como el mío y eso que trabajaron juntas en San Marcos. Es que supongo que es porque (una vez me lo confeso), soy la única que le llevó un ramo de flores en su vida. Y es que a su primera operación, llegue tarde al hospital. Ya habían cerrado la reja principal y estuve en la puerta conjunto con Hiromi, tratando de que el portero se compadezca de nosotras y nos deje entrar. Ella con carne de visita y yo en cambio, solo con mi ramito de flores. Pero no era cualquier ramito, me demoré casi una hora escogerlo, tenía un macetero y unas flores que me impactaron porque nunca las había visto, además habían sido organizadas de una forma hermosa. Felizmente pude ingresar al hospital. Mi contextura delgada hizo que atraviese las rejas con tranquilidad, sólo el macetero se atascó, pero tuve cómplices, unos niños que hacían lo mismo y del que yo copie su forma de ingresar. Así que ya arriba me instale y espere a Hiromi. Esther me dijo que nunca nadie le había dado ese presente, así que supongo por eso siempre se acordaba de mi nombre completito.  Era mi amiga y consejera. María, la mujer que la acompaño más de 20 años, me contó que el gran sueño de Esther, era ser Rectora de San Marcos, y quizás lo hubiera logrado de no ser por su enfermedad. Fue la primera mujer en ingresar como docente en Literatura, rompió la tradición masculina y dejó luego, ingresar a otras damas en su lugar. Realmente su partida me dolió mucho. Ahora tengo que vérmelas sola cuando tengo alguna penita. Te extraño mucho amiga mía. Llegue tarde también al sepelio, pero sé que tú no te enojaste conmigo por eso.


 

Esta foto se la tome cuando le hicieron un homenaje en el local de Brisas del Titicaca.

 

Luz Ketty Peláez Carpio, fue otra gran mujer a la que tuve la suerte de conocer. De gran linaje y de una especie en extinción, de las que se dedican toda la vida a construir un mundo mejor. Luchadora social infatigable de mi distrito, San Juan de Lurigancho. Siempre la encontraba en la Municipalidad, haciendo su labor, evaluando, aprendiendo. Siempre con metas, nunca sin una. Incluso cuando el cáncer hacía estragos en su cuerpo, pues se propuso casarse de religioso. Puso la fecha. Su esposo pensó que no llegaría a ese día, pero fui la invitada y vi a mi amiga cumplir su deseo. También se propuso techar su casa antes de morir y no sé qué otras metas más. Imagino que todas las cumplió como siempre. Así era ella, decidida. Recuerdo que a pocos meses de caer en cama y cuando ya se sabía el diagnostico, pues la visite. Su hija me dijo algo que aunque me doliese era cierto: ”al inicio, todos vendrán, pero ya después, cada uno hará su vida y se olvidarán de mi madre”. Y así fue, la única que quedo a su lado hasta el final, fue Saturnina Flores, su eterna amiga con quien imagino aun conversa.

Recién ahora reviso la extensa curricula profesional de Ketty y me quedo admirada. Era socióloga, con maestría en Administración y Gestión Municipal, egresada también de derecho, pero era sumamente humilde y sencilla en su trato. Fue quien creó la coordinadora multisectorial de infancia y familia, la que permitió el sistema de participación ciudadana en San Juan de Lurigancho, fue la fundadora de la Casa de Refugio “Hoy por ti mujer”, fue secretaria técnica de las ONG en mi distrito, asimismo fue la fundadora del Asentamiento Humano “Eduardo La Pinella” y de muchas iniciativas más. Y fue quien llevó a las Mesas de Concertación, a ser una de las mejores no solo de Lima sino de Sudamérica, modelo incluso a emular. Qué lástima que su lucha fuera en vano, ahora no hay mesas así en mi distrito. Por todo eso, era una idónea candidata a nuestro congreso. No necesitaba ponerse un 13 en su nalga ni nada por el estilo, solo que como siempre, elegimos lo peor, le dimos la espalda a un ser maravilloso. En el 2005 cuando se presentó de candidata al Congreso, no tenía nada que pensar, me encargue de apoyarla consiguiéndole entrevistas en las radios amigas en las que trabajaba,. Es que merecía nuestro voto. Era intachable e incorruptible, pero sobretodo con una trayectoria impecable y amplia currícula, algo que a muchos les falta; y no pregonaba lo que era, lo demostraba todos los días con el ejemplo. No sé cómo mi amiga sacaba tiempo para todo y para todos. Era esposa, defensora de nuestros derechos, luchadora social y encima madre de dos hermosos hijos.  Yo en cambio fui egoísta, no luche con ella en ninguna de sus batallas sociales. Solo me preocupe por mí y mi familia.

Con su partida, Ketty se inmortalizo, por eso una Escuela de Líderes para el desarrollo y un colegio, llevan su nombre.

 

Mi madrina Marina Capcha, también está en esta lista. Ella nos dio cobijo a mí y a mi madre cuando llegamos a Lima. Nos alquiló su cochera que fue sala, comedor, cocina y todo en sus 20 m2. Una mujer sin mayor educación que el cariño y los valores que sus padres le dieron, pero que es lo más importante en la vida de una persona. Se levantaba tempranito ya que vendía en el mercado y hacia unos tamales deliciosos. Lo que más recuerdo, es su historia de amor. Mi padrino ya estaba con más de 40 años a cuestas y cada año viajaba a Huánuco con su taleguita en el hombro. Por lo que sus padres le increpaban que cuando llegaría con una mujer y con una maleta y no con ese costal blanco. Se asustó de tantas advertencias que decidió rezarle a Santa Rosa de Lima solicitándole una esposa hermosa, cariñosa, honesta, trabajadora, creyente en Dios y sabia en el hogar. Apenas llegó a Lima, estaba mi madrina esperándolo en la puerta de su casa reuniendo las características solicitadas. Ella cuenta que apenas lo vio, le gustó su porte delgado y extremadamente educado así que se dejó cortejar pese a que solo lo había visitado para pedirle una dirección de un pariente suyo. Así que él puede dar fe que los santos son más rápidos que un e-mail, por eso tiene una imagen suya en la entrada de su casa hasta hoy. Ahora son consejeros familiares en Comas por ser una pareja ejemplar. Nunca los vi discutir por nada, ella con su infinita ternura y él con su eterna paciencia y su guitarra. Nunca olvidos los hermosos huaynitos que nos regalaba cada tarde, es que tuve la suerte de vivir con ellos una parte de mi vida.

Marina es una mujer llena de valores y virtudes y desborda eso en su trato, así que merece estar en mi Olimpo de mujeres memorables, además es mi madre de reemplazo, es mi hada madrina, mi madrina.

Otra mujer que admiro, es a mi abuela, a Saturnina Tovar Navarro, una mujer que ya pasa los 80 años y con una inteligencia e ironía que me hace sentir viejita a mí. Es bajita y delgada pero de una habilidad mental que ya cualquier muchacho envidiaría. Puede multiplicar rápidamente sin equivocarse hasta ahora. Aun no quiere enseñarme su técnica y eso que es analfabeta. Y sola crio a 6 hijos, claro que con una educación espartana, pero a cambio llena de historias mágicas. Con ella aprendí a respetar la naturaleza. Es que para ella, todo es nuestro par, nuestro hermano: desde el majestuoso cerro (Apu), hasta el agua. También aprendí que cada animal por insignificante que parezca, cumple un papel importante en nuestro ecosistema por el que merece nuestro respeto. El sapo por ejemplo, con su canto atrae la lluvia además de equilibrar a los insectos. De ella aprendí la disciplina: levantarme temprano con el trino de las aves, a leer las sombras y saber la hora y hasta soplar un fogón. A leer las nubes que cargan lluvias y hasta hacer nudos con la soga.
Siempre tiene una respuesta a todo, nadie le gana en un debate pese a que nunca ha leído a Mariátegui ni a Basadre. Y sabe mas anécdotas que Esteban Quiroz, a quien siempre que puede, toma el pelo. Nunca esta quieta incluso ahora. Para viajando y sin compañía ya que aduce no es opa y no esta vieja. Así que le hacemos caso sino en verdad no quisiera merecer un insulto suyo. Así es ella, imparable y sin freno, no va a cambiar ahora. La juventud y vitalidad las lleva consigo, acumulado en su quipicito.

  

Y la que ocupa un primer puesto, es mi madre Lucinda Macha. Y hace honor a su apellido. Es más macha que muchos varones que no tienen el coraje que a ella le sobra. No se amilanó cuando se quedó sola conmigo. Al contrario, fue mi madre y la de sus hermanos menores. De ella aprendí a levantarme cada vez que caía y a no llorar ya que perdía tiempo en eso. A saber que al día siguiente el sol saldría y asomaría mi ventana. Crecimos y estudiamos juntas. Es que me tuvo joven y mientras yo jugaba, ella aprendía a ser mamá a sus escasos 19 años. Mientras yo terminaba mi primaria,  ella su secundaria en el Colegio Carlos Cueto Fernandini. El dolor de ser dejaba por el ser que más amaba, la sumo en una profunda tristeza. Fue gracias a Jehová que no perdió la fe en vivir y en saber que nos iría mejor. Juntas, aprendimos a sobrevivir en esta jungla de piedra. Juntas viajamos cada fin de semana a Pucusana a vender ropa. Contigo aprendí a ser comerciante. Fuimos desde tejedoras de ropa, costureras, carpinteras metálicas, bordadoras, hasta salchipaperas. Pese a todo lo que padecimos, nunca cogimos nada ajeno. Eso, gracias a sus hermanos en fe, que nos apoyaron y a ese Dios que de seguro siempre nos acompaña.
Fue ella quien me regaló mi primera incursión a mundos extraños: me compró mis primeros libros y revistas. Fue por ella por quien aprendí a leer a los 4 años. En Lima fue anecdótico que una pequeñita con ese dejo huancaíno, supiese leer. Tuvieron que hacerme leer un periódico y una Biblia para convencerse y poder pasarme al primer grado.

Definitivamente, soy hechura de mi madre.

 
 Saturnina Tovar y Lucinda Macha (mi abuelita y mamita)
 

 Conocí a muchas mujeres memorables solo que me faltaría blog para mencionarlas, por eso solo escogí en esta oportunidad a seis que marcaron mi vida.

 

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